Enfermedades infecciosas y respiratorias: COVID-19

La COVID-19 está causada por el virus SARS-CoV-2. El descubrimiento de esta enfermedad contagiosa se comunicó por primera vez a finales de 2019. Desde principios de 2020, la COVID-19 se ha extendido por todo el mundo y se ha convertido en la primera pandemia por un virus en más de 100 años.

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Descripción general

La COVID-19 es una infección vírica causada por el coronavirus del síndrome respiratorio agudo grave tipo 2 (SARS-CoV-2). El SARS-CoV-2, un virus de la familia «Coronaviridae», se define por su gran genoma de ARN monocatenario y por su alto nivel de transmisión y de patología causante de enfermedades. A diferencia del SARS-CoV-2, hay otras variedades de coronavirus humanos que se encuentran entre las causas virales frecuentes del resfriado común. 

 

El nombre coronavirus se deriva de la palabra corona, en latín, que significa «corona» o «guirnalda», cuyas características aparecen de forma particular al observar los viriones del coronavirus utilizando microscopía electrónica. Las proteínas de la espícula, que suelen estar presentes en las superficies de los coronavirus, son responsables en gran medida de definir esta morfología que se parece a una corona.

 

El SARS-CoV-2 se identificó por primera vez en Wuhan, China, en noviembre de 2019. Justo antes de declarar el estado de pandemia y la emergencia de salud pública mundial por la propagación del virus, la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció la «COVID-19» como una enfermedad nueva causada por la infección por SARS-CoV-2. El término «COVID-19» se deriva de la abreviatura de «enfermedad por coronavirus de 2019».

 

La COVID-19 es, ante todo, una enfermedad de las vías respiratorias y puede presentar una amplia variedad de niveles de gravedad, que incluyen:

 

  • Pocos síntomas o ninguno
  • Síntomas leves
  • Neumonía grave
  • Síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA)

 

Los síntomas suelen aparecer entre 2 y 14 días después de exponerse al virus e incluyen:

 

  • Fiebre

  • Escalofríos y temblores

  • Tos

  • Dificultad para respirar

  • Fatiga

  • Dolores musculares

  • Pérdida del olfato y del gusto

 

Por lo general, los niños sufren la enfermedad con síntomas más leves en comparación con los síntomas que experimentan los adultos, pero los síntomas suelen ser similares entre los dos grupos. 

 

Los ancianos, las personas con hipertensión y con enfermedades cardíacas, y las personas con inmunodeficiencia subyacente son bastante más susceptibles a los síntomas graves de la enfermedad, entre los que se incluyen: 

 

  • Hipoxia

  • Neumonía

  • SDRA

  • Insuficiencia multiorgánica

  • Choque séptico

  • Episodios de trombosis

  • Fallecimiento

 

Desde el brote inicial a finales de 2019, la OMS ha confirmado cientos de millones de infecciones registradas que se han atribuido al SARS-CoV-2 y millones de muertes registradas que se han atribuido a la COVID-19 en todo el mundo.

El SARS-CoV-2 es muy contagioso y se transmite con mucha facilidad a través de las partículas aéreas de persona a persona cuando están en contacto y cerca la una de la otra  (por ejemplo, a menos de 1,5m de distancia). Cuando una persona infectada habla, tose o estornuda, el virus se libera en el aire en forma de pequeñas partículas que otras personas pueden inhalar y, de este modo, contraer la enfermedad. Por lo general, la COVID-19 se transmite por personas infectadas con síntomas; sin embargo, las personas asintomáticas también pueden transmitir la enfermedad. Una forma de transmisión menos común se da cuando las personas tocan superficies que están contaminadas por el virus y, después, se tocan la cara, por lo que acaban exponiéndose a una infección vírica por las vías respiratorias.

Aunque no existe un método infalible para prevenir por completo el contagio por COVID-19, hay varias recomendaciones que ayudan a prevenir la propagación de la enfermedad y de las afecciones graves.

Mantenerse al día sobre cómo recibir las últimas vacunas contra la COVID-19 ayuda a protegerse de enfermedades graves. Las investigaciones han demostrado que ponerse las dos primeras vacunas contra el SARS-CoV-2, seguidas de una vacuna de refuerzo contra el SARS-CoV-2, garantiza aproximadamente un 70 % de efectividad para prevenir afecciones graves y tener que ser hospitalizado. 

Mantener la distancia social también ayuda a prevenir la propagación de la enfermedad y consiste en:

  • Mantener una distancia de 1,5m o más con respecto a otras personas. 

  • Evitar los grupos grandes, los lugares concurridos y las aglomeraciones masivas.

  • Pasar a hacer actividades al aire libre para estar en espacios más abiertos.  

Otra forma de ayudar a prevenir o a limitar la propagación de la enfermedad es cumplir con las normas básicas de salud e higiene. Lavarse las manos con agua y jabón con frecuencia durante al menos 20 segundos, sobre todo después de estar en lugares públicos, puede ayudar a prevenir la propagación del virus. Si no tiene agua y jabón, puede usar un desinfectante para manos que tenga, como mínimo, un 60 % de alcohol, que también puede ser eficaz para eliminar los gérmenes del coronavirus. El virus puede entrar en el sistema respiratorio si se toca los ojos, la nariz o la boca con las manos sin habérselas lavado previamente.

También puede ayudar a prevenir la propagación del virus usar correctamente una mascarilla bien ajustada en espacios públicos e interiores, como en aeropuertos y en el transporte público. Las personas que trabajan en hospitales o en centros de asistencia para estancias prolongadas donde la enfermedad se propaga con facilidad deben usar una mascarilla para trabajar. 

La mejor protección para el virus, que es propenso a seguir mutando y evolucionando continuamente, es una combinación de la vacunación, el distanciamiento social, una buena higiene básica, como lavarse las manos, y el uso de la mascarilla. Las personas de todas las edades con enfermedades subyacentes, sobre todo si no están bien controladas, así como las personas que pertenecen a la población de riesgo, pueden querer seguir tomando medidas de prevención. Las personas con mayor riesgo de sufrir las consecuencias graves de la enfermedad son las que:

  • Tienen más de 65 años. 

  • Viven en residencias de ancianos o en centros de asistencia para estancias prolongadas.

  • Viven o trabajan en zonas con pacientes de alto riesgo. 

  • Padecen enfermedades cardíacas graves.

  • Padecen enfermedades pulmonares crónicas o asma de moderado a grave. 

  • Tienen sistemas inmunitarios que están debilitados por alguna razón (es decir, inmunodeprimidos), como cáncer, tabaquismo, trasplante de médula ósea o de órganos, o inmunodeficiencias generales.

  • Tienen obesidad grave (es decir, un índice de masa corporal del 40 o mayor). 

  • Padecen diabetes.

  • Tienen insuficiencia renal crónica sometida a diálisis.

Los médicos no pueden diagnosticar el coronavirus con precisión basándose sólo en las signos y en los síntomas. Actualmente, hay dos tipos principales de pruebas que suelen utilizarse para detectar el SARS-CoV-2. La reacción en cadena de la polimerasa con transcripción inversa (RT-PCR) es una técnica molecular en la que se utilizan cebadores y sondas que son específicos para determinados objetivos genéticos y suele ser el método más preciso para detectar la presencia de ARN vírico del SARS-CoV-2 en muestras humanas de las vías respiratorias. Detectar virus patógenos utilizando técnicas moleculares cada vez reemplaza más a los cultivos de células víricas, como el método de referencia para la confirmación o el diagnóstico definitivo.

La prueba rápida de antígenos, que normalmente consiste en inmunoensayos de flujo lateral, es otro método que suele utilizarse para detectar el virus en muestras de las vías respiratorias. Aunque, por lo general, son menos sensibles que los métodos de detección molecular, las pruebas de antígenos tienen la ventaja de que se realizan muy rápido (por ejemplo, se obtienen resultados en 15 minutos o menos) y también con mucha facilidad (es decir, no hace falta formación especializada para realizarlas). Las pruebas de antígenos también son adecuadas para realizarlas tanto en entornos de cuidados intensivos como también en los sitios donde, por lo general, se lleva a cabo la atención médica (es decir, los análisis clínicos), además de consultas médicas, en urgencias, en farmacias o incluso en el hogar. Estas pruebas ofrecen la ventaja de identificar la infección con rapidez en los puntos de atención médica y esto ayuda a que los sistemas sanitarios puedan tratar la infección de manera proactiva y, en algunos casos, aislar a las personas que están en las primeras etapas de la enfermedad.

El tratamiento para la COVID-19 incluye antivíricos que ayudan a reducir la gravedad de la enfermedad. Se recomienda que las personas que tengan síntomas de leves a moderados, pero sobre todo aquellas que pertenezcan a poblaciones de riesgo, empiecen el tratamiento en los primeros cinco días desde el inicio de los síntomas. Por lo tanto, es importante buscar atención médica cuando aparezcan los síntomas. Los tratamientos con antivíricos necesitan receta médica y, entre ellos, se incluyen:

  • Comprimidos de nirmatrelvir con ritonavir

  • Inyección de remdesivir IV

  • Comprimidos de molnupiravir

Existen varios estudios clínicos en curso que buscan obtener más información sobre el SARS-CoV-2 y sobre cómo afecta a los principales sistemas del cuerpo con el objetivo de desarrollar métodos preventivos y tratamientos más eficaces.