Enfermedad transmitida por vectores: enfermedad de Lyme

La enfermedad de Lyme está provocada por una especie de bacteria llamada Borrelia  y, por lo general, se transmite a los humanos por medio de picaduras de garrapatas que están infectadas.

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Descripción general

La enfermedad de Lyme es una enfermedad transmitida por vectores que se propaga por medio de las picaduras de garrapatas infectadas. Los principales tipos de garrapatas que se sabe que transmiten la enfermedad de Lyme son la garrapata de patas negras (también conocida como «garrapata de los ciervos»), que es autóctona del noreste, del Atlántico medio y del centro-norte de Estados Unidos, y la garrapata de patas negras occidental, que es originaria de la costa del Pacífico de Estados Unidos. En el norte, en el oeste y en el este de Europa, las principales garrapatas que son responsables de la propagación de la enfermedad de Lyme son la garrapata de ricino y la garrapata taiga.

 

La enfermedad de Lyme en Estados Unidos está provocada por la «Borrelia burgdorferi», una bacteria microaerófila gramnegativa de morfología espiroqueta. A diferencia de la mayoría de las bacterias que causan enfermedades, la B. burgdorferi no produce toxinas, sino que interactúa directamente con las células que infecta. En 2013, también se descubrió la B. mayonii   en América del Norte, pero, en comparación, mucho menos frecuente que la B. burgdorferi. Tanto en Europa como en Asia, hay dos bacterias que se relacionan con la enfermedad de Lyme: la B. afzelii  y la B. garinii.

La transmisión de la enfermedad de Lyme es más frecuente en los meses de primavera y verano, cuando las garrapatas que transmiten la enfermedad son más activas, así como cuando las personas interactúan con mayor frecuencia en ambientes al aire libre. En algunos casos, las garrapatas que transmiten la enfermedad de Lyme también pueden transmitir otras enfermedades propias de estos insectos. Las garrapatas pueden adherirse al cuerpo en cualquier parte, pero normalmente se encuentran en la zona de las axilas, de las ingles y en el cuero cabelludo. Por lo general, la enfermedad de Lyme se transmite cuando la garrapata ha estado adherida al cuerpo durante 36 horas o más.

Las garrapatas inmaduras, llamadas ninfas, son responsables de la mayoría de los casos de la enfermedad de Lyme en humanos. Aunque las garrapatas adultas pueden propagar la enfermedad de Lyme, son lo bastante grandes como para verlas y quitarlas antes de que la persona pueda contraer la enfermedad. Las ninfas son mucho más pequeñas (menos de 2 mm de longitud) y su presencia en el cuerpo de una persona puede pasar completamente desapercibida. 

Para prevenir la enfermedad de Lyme, los centros de epidemiología recomiendan:

  • Evitar las zonas en las pueda haber garrapatas. 

  • Usar repelente de insectos en la piel y en la ropa.

  • Ducharse lo antes posible si existe la posibilidad de haber estado expuesto a las garrapatas. 

  • Inspeccionar el cuerpo para buscar garrapatas y quitarlas de inmediato.

  • Inspeccionar a las mascotas y los objetos para buscar garrapatas y quitarlas. 

  • Tratar con calor la ropa que haya podido estar expuesta a las garrapatas colocándola seca en la secadora a temperatura alta durante 10 minutos, o lavando la ropa y secándola en una secadora hasta que esté completamente seca y caliente.

La enfermedad de Lyme se diagnostica en función de los signos y de los síntomas, de la posibilidad de haber estado expuesto a garrapatas que estuvieran infectadas y de las pruebas de laboratorio. Los síntomas de la enfermedad de Lyme varían según la duración de la infección. 

La etapa inicial de la enfermedad de Lyme (menos de 30 días) se caracteriza por:

  • Fiebre.
  • Dolor de cabeza.
  • Fatiga.
  • Ganglios linfáticos inflamados.
  • Dolores musculares y articulares.
  • Erupción cutánea de ojo de buey llamada eritema migratorio (EM)

 

La siguiente etapa de la enfermedad de Lyme (más de 30 días) se caracteriza por:

 

  • Dolores de cabeza intensos y rigidez en el cuello. 
  • Dolor e hinchazón en las articulaciones. 
  • Latidos irregulares o palpitaciones.
  • EM en otras partes del cuerpo.
  • Episodios de mareo o de disnea.
  • Inflamación del cerebro y de la médula espinal.
  • Dolor neurálgico.
  • Dolor punzante, entumecimiento u hormigueo en las manos o en los pies.
  • Problemas de memoria a corto plazo.
  • Parálisis facial.

 

Como los síntomas de la enfermedad de Lyme pueden ser similares a los de otras enfermedades, se suelen pedir pruebas de laboratorio para intentar obtener un diagnóstico preciso y el tratamiento adecuado. Los centros de epidemiología recomiendan utilizar un método de prueba de dos fases para la enfermedad de Lyme. Las pruebas que detectan los anticuerpos IgG e IgM que se producen en respuesta a la bacteria de la enfermedad de Lyme confirman si una persona ha estado expuesta a ciertas especies de Borrelia. Una prueba de ensayo por inmunoadsorción ligado a enzimas (ELISA) puede detectar si hay anticuerpos en la sangre. Y una transferencia Western, o inmunotransferencia, puede detectar proteínas específicas para confirmar el diagnóstico de la prueba ELISA.

Si se detecta a tiempo, la enfermedad de Lyme se puede curar con un tratamiento antibiótico de dos a tres semanas de duración, como:

 

  • Doxiciclina. 
  • Amoxicilina. 
  • Ceftriaxona (cuando hay meningitis o neuritis).

 

También se pueden recetar antiinflamatorios no esferoides (AINE) para aliviar el dolor.

Por lo general, los síntomas duran de dos a cuatro semanas después de haber empezado el tratamiento antibiótico, aunque algunos síntomas pueden durar más tiempo. Diagnosticar y tratar la enfermedad de forma precoz ayuda a prevenir complicaciones que se pueden producir en las etapas posteriores de la enfermedad de Lyme.